El
término de interculturalidad se asemeja a la idea de diversidad cultural, al reconocimiento de que vivimos en sociedades cada vez más complejas donde es necesario posibilitar el encuentro entre culturas. El discurso de la interculturalidad no puede construirse aisladamente del contexto social e ideológico de la propia diversidad cultural, desligado del análisis de cómo se producen las relaciones entre distintos grupos sociales y culturales u ocultando las estructuras políticas y económicas que las condicionan, tiene que existir una interrelación entre la diversidad de los grupos sociales y culturales de la zona.
La interculturalidad requiere análisis rigurosos que favorezcan la compresión de los conflictos que necesariamente surgen en este contexto (riesgo de asimilación, de pérdida de identidad cultural, de marginación social...) y que aporten elementos para definir políticas críticas capaces de enfrentar lo que constituyen los auténticos obstáculos en este camino: la injusticia y la desigualdad.
García Martínez y Sáez Carreras (1998, 127-154), al referirse a los enfoques teóricos de la educación intercultural, distinguen tres principales, de los que ofrecemos las notas más destacadas:
1)
Tecnológico o positivista.- Se encamina a la adquisición de destrezas por parte de los educandos. Tiene un carácter preponderantemente práctico y compensatorio. Lo único que ofrece a las minorías culturales es la integración por asimilación o, lo que es igual, la sustitución de su cultura por la cultura hegemónica. En el caso de que las minorías no acepten la asimilación, este enfoque deja las siguientes alternativas: a) el apartamiento total (apartheid), b) la marginación de los recursos sociales y materiales (segregación), c) la lucha activa contra el sistema mayoritario (pugna). En verdad, estamos ante un modelo de corto alcance que apunta hacia la “disolución” de la interculturalidad. La asimilación está muy lejos del tratamiento democrático del fenómeno multicultural, toda vez que niega la participación y la idiosincrasia de las personas y de los grupos.
El modelo positivista corre el riesgo de manipular y controlar a las personas, cual si se tratase de una “arquitectura de la conducta”.
2)
Hermenéutico o interpretativo.- Este modelo aspira a que los educandos se conozcan mejor a sí mismos, con objeto de que se estimule la cooperación intercultural y se reduzcan los prejuicios y discriminaciones. Se pretende fomentar la tolerancia y la comunicación, aunque no hay una apuesta decidida por la relación intercultural igualitaria. En la práctica, el cambio se limita a una mayor comprensión de la realidad, pero sin actuar directamente sobre las condiciones sociales negativas.
3)
Crítico o sociopolítico.- Propone transformar la realidad desde un marco democrático y ético. Desde esta perspectiva, la educación intercultural supone un compromiso con la justicia cultural y social. Se pretende que las personas y los grupos se sientan “iguales desde la diversidad”, es decir, que no haya desequilibrios ni supremacías, y que estén en condiciones de convivir. Se apuesta por la vida democrática y plural en todos los ámbitos. Por su complejidad, este modelo precisa aportaciones de numerosas disciplinas y actuaciones diversas.
García Castaño y otros recogen sobre la interculturalidad, dentro del plano fáctico, como la simple descripción de las relaciones interétnicas, interreligiosas o interlingüísticas; y el interculturalismo, dentro del plano normativo, como posición y propuesta de cómo deberían ser esas relaciones interculturales. Así, hace hincapié en la necesidad de intercambiar los planteamientos multiculturalistas por los interculturalistas, que no sólo adoptan la postura multicultural, sino que la amplían añadiéndole el principio de interacción positiva.
Así como
Giménez (2003:00) La perspectiva intercultural se ha venido haciendo necesaria, y hasta ahora todo parece indicar que lo que va a ser más en el futuro, debido a las limitaciones, errores y fracasos del multiculturalismo (…) Las críticas mencionadas tienen como foco común la insuficiencia del planteamiento multicultural como proyecto de cohesión social de la comunidad política donde se ubican los diferentes.
La educación intercultural no es más que una un establecimiento de relaciones entre individuos de un mismo contexto multicultural, una interrelación entre ideologías políticas, religiosas, culturales, étnicas… Todos comparten estas características para progresar en una sociedad común e interrelacionada.